Mucho se ha escrito hasta ahora del poder de influencia que tienen las famosas redes sociales de internet en la ciudadanía, a nivel global. Aqui mismo en Chile, tenemos ejemplos recientes, en donde Piñera tuvo que "pedir" a la francesa GDF Suez que echara pié atrás en la Termoeléctrica Barrancones, por el poder ejercido por miles de ciudadanos comunes y corrientes, que adhieren convocatorias en forma anónima. O la semana de protestas en Punta Arenas por el alza del gas, en donde los medios tradicionales no estuvieron a la altura de informar al resto del país. Aquella información la obtuvimos de otros ciudadanos de a pié, que abnegadamente salieron a las calles con sus smartphones a transmitir en vivo vía Twitcam lo que sucedía en las calles magallánicas.
Pero, lo visto en las últimas semanas, con la renuncia de dos presidentes del mundo árabe, que llevaban apernados por muchos años en sus países, no viene a ser sino la confirmación de que el paradigma de los movimientos sociales está cambiando gracias a la utilización de las redes sociales: movimientos que nacen en una inquetud que concita ciertos apoyos, muchas veces transversales, de una parte de la ciudadanía, y que poco a poco, por la viralización de la información que proveen plataformas como Facebook y Twitter, suman a mucha mas gente, que hacen suyas las demandas. Aquí no hay líderes formales -ni en Tunez ni en Egipto, los líderes políticos opositores fueron caudillos en estas revoluciones-, porque cada ciudadano cree asbolutamente en la causa por sobre un personaje. Y esto tiene absoluta concordancia con que, en ambos casos, los ciudadanos que provocaron la caida de estos gobernantes son mayoritariamente jóvenes, menores a 30 años, y que, tal como en Chile, creen en un mejor futuro y calidad de vida, pero no creen en el sistema político -menos en los políticos-.
Si bien las redes sociales hacen que los ciudadanos se mantengan informados, y vean que sus demandas son también las de miles de otras personas que, al igual que ellos, no son para nada influyentes por si solos, de nada sirven estos movimientos si estos no se manifiestan en el lugar de siempre: la calle. Porque claro, si estas demandas se mantienen a un nivel virtual, circunstrito sólo a las redes sociales, jamás lograrán cambios concretos hacia lo que estos movimientos demandan.
Es decir, las redes sociales si sirven para capitalizar apoyo y lograr una coordinación facil y efectiva, sin líderes ni caudillos visibles -que muchas veces, responden a otros intereses personales-, y en ese sentido, el paradigma del poder ciudadano -que no es "nuevo", en todo el sentido de la palabra, sino que tiene otra forma de materializarse- está cambiando. Pero las manifestaciones ahí donde las papas queman, en la calle, son el último empujón para lograr las demandas. Hay cosas que nunca cambian.
Pero, lo visto en las últimas semanas, con la renuncia de dos presidentes del mundo árabe, que llevaban apernados por muchos años en sus países, no viene a ser sino la confirmación de que el paradigma de los movimientos sociales está cambiando gracias a la utilización de las redes sociales: movimientos que nacen en una inquetud que concita ciertos apoyos, muchas veces transversales, de una parte de la ciudadanía, y que poco a poco, por la viralización de la información que proveen plataformas como Facebook y Twitter, suman a mucha mas gente, que hacen suyas las demandas. Aquí no hay líderes formales -ni en Tunez ni en Egipto, los líderes políticos opositores fueron caudillos en estas revoluciones-, porque cada ciudadano cree asbolutamente en la causa por sobre un personaje. Y esto tiene absoluta concordancia con que, en ambos casos, los ciudadanos que provocaron la caida de estos gobernantes son mayoritariamente jóvenes, menores a 30 años, y que, tal como en Chile, creen en un mejor futuro y calidad de vida, pero no creen en el sistema político -menos en los políticos-.
Si bien las redes sociales hacen que los ciudadanos se mantengan informados, y vean que sus demandas son también las de miles de otras personas que, al igual que ellos, no son para nada influyentes por si solos, de nada sirven estos movimientos si estos no se manifiestan en el lugar de siempre: la calle. Porque claro, si estas demandas se mantienen a un nivel virtual, circunstrito sólo a las redes sociales, jamás lograrán cambios concretos hacia lo que estos movimientos demandan.
Es decir, las redes sociales si sirven para capitalizar apoyo y lograr una coordinación facil y efectiva, sin líderes ni caudillos visibles -que muchas veces, responden a otros intereses personales-, y en ese sentido, el paradigma del poder ciudadano -que no es "nuevo", en todo el sentido de la palabra, sino que tiene otra forma de materializarse- está cambiando. Pero las manifestaciones ahí donde las papas queman, en la calle, son el último empujón para lograr las demandas. Hay cosas que nunca cambian.
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