
Por otro lado, tenemos las manifestaciones estudiantiles, que en realidad han dejado de serlo, y deberíamos llamarlas "manifestaciones pro-educación". La semana pasada, la Marcha por la Educación, que según Camila Vallejo, Presidenta de la FECh, congregó a más de 90.000 personas a nivel nacional -números que siempre están inflados o subestimados, según a quien le convenga- pude ver -en terreno, pues fui un manifestante más-, como esas personas no eran solo estudiantes, si no también profesores, directivos y funcionarios de la educación.
Y que tienen en común entonces estas "revoluciones ciudadanas"? Justamente, en que son ciudadanas. Y como tal, generan apoyos transversales entre la población. Las revoluciones ciudadanas triunfan cuando existe un movimiento capaz de aglutinar apoyos de diferentes lados, cuando la creencia en la causa traspasa las diferencias ideológicas, etarias o socioeconómicas. Y triunfan relativamente, no absolutamente, pues esto de las manifestaciones tiene su componente negociador, y eso no debe perderse de vista: no puedes lograr todas tus demandas, y debes priorizarlas. Todo esto lo reafirma la historia reciente -y por reciente, me refiero a la última década-: si Túnez y Egipto lo lograron a una escala mucho mayor, porqué no acá en Chile?
Más allá de que yo esté o no de acuerdo con estos movimientos -en el caso de Hidroaysén no, en el de educación sí- debo destacar la transversalidad de estas verdaderas "revoluciones". Sólo espero que éstos priorizen sus demandas, y no se embarren con caudillismos de tintes políticos o intereses particulares de ciertos grupos, y que se mantengan así. Ciudadanos.
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