"Hace 5 años que vivo aqui...uno se acostumbra". Lo que me intentaba decir la Sra. Luz esa tarde, bajo 30° de calor, era que ya estaba acostumbrada a escuchar como pasaban los buses y camiones de la Ruta 5 prácticamente por al lado de su oreja, a unos cuantos kms de Longaví, VII Región. O de como tronaba la tierra al pasar el tren de carga todas las noches unos metros más allá. Y es que, en verdad, esta gente es digna de un aplauso. No es fácil la vida en un campamento. En los 3 lugares donde me tocó construir, les faltaba el alcantarillado. Tenían luz y agua potable. Algo a lo que uno está tan acostumbrado, como una ducha, acá no existe. Viven hacinados. A veces, todos en la misma pieza.
La Sra. Lunita, de otra familia a la que le construimos, tenía una pequeña Pyme, que consistía en limpiar porotos. O sea, cuando algún pelmazo va al super a comprar un kilo de porotos, se le habia ocurrido que hay gente que gana 1000 pesos por limpiar ese y otros 49 paquetes iguales??. Por lo menos, a mi no. Ese es el otro Chile, el que se ve sólo en cifras en los diarios. Hay que estar ahí para saber que existe, y eso es lo lamentable. La Sra. Luz tenía una pequeña huerta, en donde cultivaba papas, cebollas, tomates, y una pila de cuestiones más. Con eso, lograba alivianar, en algo, las provisiones para el invierno. Loable es que ella produzca sus alimentos. Porque ella vivía a unos 20 mins. caminando de Longaví. Y ya me imagino: si caminar esos 20 minutos bajo el sol era un asco, con lluvia en invierno debe ser mucho peor.
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